Los teléfonos móviles o smartphones son complejos dispositivos de alta ingeniería que ponen en nuestra mano un mundo de ocio y comunicación. Pero como todo desarrollo humano es susceptible de fallos como el ocurrido recientemente con el Galaxy Note 7. El phablet de Samsung ha sido inmediatamente retirado del mercado a las pocas semanas de su lanzamiento en EE UU (y justo antes de aterrizar en Europa) debido a la alarma provocada por la explosión espontánea de las baterías. Han sido solo 24 unidades de un millón, pero ha sido suficiente para hacer sonar todas las alertas.
Este problema no es nuevo para Samsung. No es la primera vez un algunos de sus terminales arden a causa de un problema grave de la batería, pero fueron casos puntuales en diversos modelos a lo largo de varios años. Lo del Note 7 es más grave porque es un problema claramente detectado, y además en pleno lanzamiento del modelo estrella de la temporada. Se estima que solo en España puede suponer unas pérdidas en torno a los 40 millones de euros por la cancelación de reservas y daños colaterales.
Pero no es el primer móvil ni el último que sufre de problemas de fabricación con desastrosos resultados para la marca y los usuarios. Apple sufrió su AntennaGate (un problema con la débil recepción de la señal celular) con el iPhone 4. Las consecuencias en la reputación de la marca fue importante y desde entonces se mira con lupa cada pequeño fallo. Muchas otras marcas han sufrido fallos de fabricación como un ensamblaje incorrecto o chips defectuosos, pero no suelen afectar a tanta gente ni son tan alarmantes.
Claro que los problemas con las baterías son mucho más espectaculares y peligrosos. Primero por el daño que pueden generar al usuario, ya que la explosión puede causar graves quemaduras o heridas de bastante consideración, cuando no incendios en los bienes cercanos o ser causa de accidentes más graves. Segundo porque suelen dejar completamente inservible el dispositivo. Y tercero, algo que es mucho más importante para la marca: la crisis de confianza de los consumidores cae en picado no solo con el modelo afectado, sino con toda la marca en general. Así lo puede atestiguar marcas que en su momento fueron líderes como Nokia, Motorola o BlackBerry y que sufrieron casos de baterías “explosivas”. Incluso el mismísimo iPhone también ha sufrido el problema de baterías que explotan, pero en la mayoría de los casos habían sido manipuladas o sustituidas de forma incorrecta.
Las baterías siguen basándose en reacciones químicas controladas para almacenar la energía eléctrica con la que se alimenta el móvil. Precisamente su naturaleza reactiva lo convierten en el elemento más peligroso del móvil. El litio tiene una densidad de energía muy alta pero puede verse afectado por fugas térmicas. Esto solo ocurre por baja calidad en los componentes o accidentes. Por ejemplo los golpes punzantes que puedan perforar su cubierta o recargar en entornos de altas temperaturas pueden desencadenar una reacción que eleve la temperatura hasta el nivel del incendio o incluso la explosión.
Pero existe otro factor de riesgo mucho más común, y es el uso de baterías no oficiales de baja calidad o cargadores pirata que sobrecargan las baterías. Estos elementos muchas veces son fabricados con bajos o nulos controles de seguridad y pueden llegar al mercado unidades dañadas que generen un accidente simplemente por el hecho de ser utilizadas. En este sentido, aunque cueste un poco más, es completamente recomendable el uso de componentes oficiales. Y por supuesto si son elementos oficiales, pero están dañados en las conexiones o se ha roto la superficie, hay que sustituirlos de inmediato.
En el caso del Note 7 se especula que la enorme demanda del Note 7 ha llevado a Samsung a relajar los controles de calidad con el fin de poder abastecer la demanda. Al fin y al cabo, estos controles existen precisamente para eliminar las unidades con daños potenciales y si se eliminan, es una cuestión de probabilidad que empiecen a fallar en diverso grado.
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